El 23 de diciembre de 1938, dos días antes de Navidad, el Ejército franquista desencadenó la ofensiva que provocaría la caída de Cataluña ya en 1939. En aquel momento, fracasada la gran ofensiva republicana en el Ebro, la Guerra Civil española parecía haberse decidido a favor de los rebeldes, cuyo ejército era más numeroso, estaba mejor equipado y mostraba más moral de victoria que el de sus enemigos. El Grupo de Ejércitos de la Región Oriental trató de detener cada embate de los franquistas aferrándose a cada repliegue del terreno y lanzando contraataques furiosos hasta donde era posible, pero perdido el control del aire, cada batalla salía más cara de lo que se podían permitir. Ni las líneas de defensa que habían comenzado a construirse a mediados de 1938 pudieron parar al ejército golpista. El 15 de enero cayó Tarragona y diez días más tarde la guerra había llegado a Barcelona. En aquellos días se inició un éxodo terrible. Decenas de miles de personas, catalanes y refugiados de otras muchas regiones perdidas por la República durante la guerra, empezaron a desplazarse hacia la frontera gala escapando del frente, seguidos por los soldados, que en muchos casos también huían tras la caída de Cataluña ya en 1939. En apenas unos días el Gobierno, que también había tenido que abandonar Barcelona para reunirse en Figueras, se vio desbordado. Propusieron la paz pero, imparable, Franco se negó a aceptar ninguna condición de la derrotada República. Al final, los ministros y los altos cargos del Gobierno, entre ellos Manuel Azaña y el doctor Juan Negrín, también tuvieron que huir a Francia. El primero se quedó allí mientras el segundo, partidario de seguir con la guerra en España con la esperanza de que se hiciera mundial, regresó para mantenerse al timón de lo que quedaba del Estado. Sus esperanzas se vieron frustradas cuando los Gobiernos de Francia y del Reino Unido reconocieron al Gobierno organizado por Franco en Burgos y cuando sus propios mandos militares, encabezados por el coronel Segismundo casado, decidieron que ya había sido suficiente de tanta guerra.