El poeta Federico García Lorca murió asesinado en Granada a mediados de septiembre de 1936. Al amanecer de la Falange. Es inútil, y antiespañol, tratar de ocultar o disimular esta muerte y el hondo sentido de su significado trágico. verdaderamente español por popular y universal: humano. A Federico García Lorca lo asesinaron quienes han asesinado a España en sus pueblos vivos. Quienes por la traición cainita la entregaron a bárbaros que, sin ellos, no hubiesen podido invadirla, y destruirla, desangrándola.
El poeta Federico García Lorca, víctima inocente de este crimen, es el más puro y claro ejemplo español del martirio de un pueblo entero. Y esta es también su gloria. Y nuestra gloria. A la que ningún español auténtico podrá renunciar nunca. Y no por venganza, sino por justicia y por verdad. Por la justicia que es la verdad, como decía Sófocles y repetía nuestro Unamuno. La verdad es que a Federico García Lorca lo asesinó en Granada un puñado de malos españoles a las órdenes del movimiento militar y clerical que entonces se levantaba contra el Estado, contra el pueblo y su Ley. Y lo asesinaron cobardemente. Sacándolo a la madrugada de la casa en que estaba y fusilándolo en la carretera, dejándolo allí muerto en la cuenta.