A principios de 1796, Napoleón Bonaparte, hasta poco antes un desconocido oficial del Bureau de Topographie cuya fama se debía a su liderazgo en la supresión del golpe monárquico del 13 de vendimiario en París, fue elevado al frente de la Armée d’Italie. Contra todo pronóstico, la Francia revolucionaria había defendido con éxito sus fronteras frente a las fuerzas de la Primera Coalición y, derrocado el régimen jacobino, hallaría cierta estabilidad bajo el Directorio. Con Prusia y España fuera de la guerra tras la Paz de Basilea, los líderes de la república estaban resueltos a que los ejércitos de la revolución cruzasen el Rin para llevar la guerra a Austria. El joven Bonaparte, cuyo recibimiento por los generales veteranos de la Armée d’Italie fue frío al principio, recibió de París órdenes de sacar de la contienda al reino de Piamonte y, de ser posible, avanzar sobre Austria desde el sur de los Alpes para apoyar a la Armée du Rhin. Los resultados superaron en mucho las expectativas del Directorio: el 28 de abril, los piamonteses, derrotados, firmaban con el corso el armisticio de Cherasco; el 15 de mayo tropas francesas entraban victoriosas en Milán y, el 4 de julio, comenzaba el asedio de Mantua, el último reducto austriaco en Italia. Mientras en el Rin la campaña revolucionaria fracasaba, Bonaparte derrotó al ejército de los Habsburgo en todos sus intentos de auxiliar Mantua ...el último y más importante de ellos, en enero de 1797, en Rivoli...para tomar luego Venecia y avanzar por el Tirol, lo que obligaría el emperador Francisco II a pedir la paz. La victoria francesa supuso el ascenso de Napoleón, puso fin al Antiguo Régimen en el norte de Italia y sembró la semilla del Risorgimiento.
La república en peligro. Francia en 1796 por Alexander Mikaberidze (Louisiana State University)
Abril de 1796. Mientras el general Napoleón Bonaparte se erguía en las laderas alpinas y contemplaba el espectáculo de "il bel paese" que se extendía ante sus ojos, Francia se enfrentaba a un futuro incierto. El fervor de la pasión revolucionaria y la sinceridad de los fines que espoleó a la primera generación de sus líderes revolucionarios se habían desvanecido. Se había impuesto, en cambio, una fría realidad, apuntalada por media década de agitación política, crisis económica, terror revolucionario y guerra.
La Italia del siglo XVIII por Alexander Grab (University of Maine)
En vísperas de la campaña napoleónica en el norte de Italia (1796-1797), la península estaba dividida en diez Estados: el reino de Cerdeña, incluido el Piamonte; el ducado de Milán, las repúblicas de Venecia, Génova y Luca; los Estados Pontificios; los ducados de Módena y Parma; el gran ducado de Toscana y el reino de las Dos Sicilias. Estos territorios diferían sustancialmente entre sí: los gobernaban distintas dinastías y élites sociales, y poseían diferentes sistemas legales, estructuras económicas, instituciones administrativas, monedas y dialectos. Las rivalidades provinciales y municipales y la competencia entre la ciudad y el campo intensificaron dicha diversidad.