Celebrado por su inusitado talento para reflejar en sus novelas el esplendor y crepúsculo del humanismo centroeuropeo, y testigo minucioso de los grandes acontecimientos que conmovieron Europa en la primera mitad del siglo pasado, Sándor Márai vio como su obra quedaba relegada al olvido tras abandonar la Hungría comunista en 1948.
Después de un azaroso exilio que lo llevó a la ciudad californiana de San Diego, muy lejos de la vieja Europa, pasó sus últimos añosen un aislamiento casi absoluto. Privado de su público natural, Márai escribió cinco de los seis tomos de sus diarios en el exilio, el último, redactado entre 1984 y 1989, es un testimonio apasionante y profundamente conmovedor de un hombre decidido a enfrentarse sin ambages con la muerte.
Alternando recuerdos personales, instantáneas reveladoras de la vida cotidiana, con comentarios sobre diversos temas de actualidad yapuntes sobre la lectura y la tarea de escribir, el gran autor húngaro -que destaca por la potencia de su palabra y la perfecta lucidez de su mente- se convierte en observador implacable de su propio deterioro físico y narra, sin embellecerlo, el último drama de su existencia: la enfermedad y muerte de su amada esposa, Lola Matzner, con quien durante sesenta y dos años lo había compartido todo. Márai reflexiona sobre el luto y la soledad, cada vez más insoportable, al tiempo que se prepara para el momento final: «Estoy esperando el llamamiento a filas, no me doy prisa, pero tampoco quiero aplazar nada por culpa de mis dudas. Ha llegado la hora.»
Escasas semanas después de esta anotación, Sándor Márai se quitaba la vida con un disparo.