El renacer de un ladrón
Hopkins despertó en un hospital sin saber por qué estaba allí. Los últimos seis meses de su vida habían desaparecido. No tenía recuerdos, solo la sensación de que algo no encajaba.
Para orientarse, ideó un sistema: el juego de Memory. Cada persona recibía una pieza, y él conservaba la otra. Si encajaban, confiaba. Si no, desaparecía. Durante un tiempo funcionó. Hasta que un paquete anónimo llegó a su puerta: ocho piezas y un mensaje inquietante.
«Ve al banco hoy.»
Algo —o alguien— lo esperaba allí. Al llegar, una figura misteriosa lo recibió con una sonrisa cargada de intención:
«Ya era hora de que aparecieras.»
El juego había comenzado.
Y Hopkins no recordaba si alguna vez lo había inventado.