La batalla de Guadalete. Pocos momentos en la historia han sido tan determinantes como la coyuntura del año 711, una fecha que marca un antes y un después en la historia de la península ibérica. Un ejército formado en su mayor parte por bereberes norteafricanos, y en menor medida por árabes, cruzó el estrecho de Gibraltar acaudillado por el general Tariq ibn Ziyad, cuyo nombre ha quedado fosilizado en el peñón de Gibraltar (que deriva de Yabal Tariq o “montaña de Tariq”). Su propósito era extender las fronteras del ya por entonces gigantesco, y aparentemente imparable Imperio omeya, entidad que, bajo la dirección del califa de Damasco, unía políticamente a todos los musulmanes de la Tierra. El rey visigodo Rodrigo se enfrentó a ellos en una colosal batalla, pero fue traicionado por los suyos y derrotado, perdiendo además la vida. El Estado visigodo quedaba herido de muerte, y en apenas unos pocos años sucumbía también ante el empuje de las huestes árabes, que se hacían con sus antiguos territorios. Las fuentes que narran estos episodios –y en particular la gran batalla entre Tariq y Rodrigo– son escuetas y de difícil interpretación, lo que ha suscitado ríos de tinta, dudas historiográficas y no pocas confusiones. Sin embargo, frente a todo esto se yergue hoy una nueva generación de investigadores que aportan un renovado estudio tanto de la batalla como de las circunstancias de la conquista islámica, con resultados sorprendentes y nuevas propuestas que, en ocasiones, obligan a revisar lo que creíamos saber.