En la Europa del siglo XII, los reinos occidentales vivieron una época de auge e innovación en la cultura y el saber. La razón repercutiría sobre la fe hasta el punto que se produjo una importante transformación en la Iglesia cristiana que conllevaría el surgimiento de nuevas percepciones de la religiosidad y la devoción. Junto a aquellos nuevos ideales, se erigirían las altas bóvedas de cientos de catedrales y monasterios que poblaron la geografía urbana y rural. Este primer gótico tardó un cierto tiempo en asentarse a la península ibérica, pero lo hizo precisamente en un momento en el que los reinos cristianos estaban en su máximo apogeo e iban expandiendo su territorio a costa de los territorios de mayoría musulmana. Entre las obras más señeras se ha solido destacar a las tres grandes catedrales del momento –Burgos, Toledo y León–, pero antes que estos hubo otros edificios ya concebidos sobre estos mismos parámetros, tras un periodo de ensayo de las nuevas fórmulas constructivas y las posibilidades que estas ofrecían. A resultas de ello, la sociedad cristiana hallaría una nueva forma de acercarse a lo divino desde un lugar más próximo y comprensible.