Mientras que los bombardeos aéreos aliados, las sirenas de alarma y el apresurado descenso a sótanos y refugios se habían convertido en una costumbre, pocos berlineses habían escuchado antes el rugido sordo que, desde mediados de mes, empezó a acercarse a la ciudad como un inmenso tsunami derrumbándose a cámara lenta. Era el sonido de la artillería. El 22 de abril cayeron sobre la ciudad los primeros proyectiles soviéticos, iniciando una orgía de destrucción que duraría una semana. A partir del 23 las ruinas de la ciudad se convirtieron en el escenario de una lucha agónica: por la victoria, por la supervivencia. Los alemanes desplegaron hasta el último de sus ciudadanos capaces de disparar un arma; los soviéticos acabarían, ante el inmenso desgaste humano, por incorporar a filas incluso a soldados recién liberados de las fábricas y los campos de concentración. La batalla por Berlín se convirtió en el caos que son siempre los grandes combates urbanos. Calle a calle, a través de plazas y parques, hasta el Reichstag, definido por los mariscales soviéticos como el objetivo último y definitivo, cuya conquista, en la tarde del 30 de abril de 1945, supuso el principio del fin de los combates. En este número, segundo de los dedicados a la batalla de Berlín, se narrará la historia de la caída final de la capital alemana, del suicidio de Adolf Hitler, y de la aniquilación del Tercer Reich.