El descubrimiento español de América, en 1492, seguido de una rápida colonización de las tierras recién halladas, cambió el mundo para siempre. A los muchos Estados de la Monarquía Hispánica en Europa vinieron a sumarse amplísimos territorios en América y, más adelante, en Asia. Con la incorporación del reino de Portugal, en 1580, el imperio de los Austrias españoles se extendía por cuatro continentes separados por mares y océanos. Las armadas y flotas se revelaron claves en la articulación de este imperio, tanto para el movimiento de colonos y agentes de la monarquía como para el transporte y escolta de los metales preciosos y otros valiosos recursos desde los virreinatos americanos hacia Sevilla, sin olvidar las indispensables labores de protección de las vastas costas del imperio frente a corsarios y piratas, así como las grandes empresas militares con las que, sobre todo Felipe II, buscó afianzar su hegemonía en el Atlántico ante los desafíos de Inglaterra y Francia. Es este océano -el “Mar Océano”, como se decía en la época-, el que separaba los dos grandes núcleos territoriales de la Monarquía Hispánica, y es por ello que tras el Meditérráneo y la era de los descubrimientos, la tercera entrega de la serie que dedica Desperta Ferro a la Armada española pone el foco en el desarrollo de la potencia naval hispánica en el Atlántico durante el siglo XVI. Asistimos en esta época a cambios trascendentales: el nacimiento de rutas de navegación oceánicas estables, la transformación de las tácticas navales con la incorporación de artillería pesada en los buques, la evolución de las técnicas de construcción y un desarrollo técnico sin precedentes en todos los ámbitos náuticos. En las siguientes páginas desvelamos los entresijos del poder naval de la Monarquía Hispánica en el Atlántico: hombres, buques, cañones, conocimientos geográficos y técnicos, el entramado administrativo y logístico; las claves del desarrollo y la hegemonía del imperio más poderoso de la época.