La Monarquía Hispánica afrontó en la década de 1640 el mayor de cuantos desafíos estaba destinada a toparse en su lucha por mantener la hegemonía en Europa. El aumento de las cargas fiscales sobre la multiplicidad de Estados que formaban el imperio se tradujo en un descontento popular que, explotado por élites locales insatisfechas, condujo en 1640 a la separación de Cataluña y Portugal, y, más adelante, a la proclamación de Nápoles como república; a intrigas nobiliarias en Aragón y Andalucía, y a toda clase de motines y disturbios desde Navarra hasta Sicilia. El conde-duque de Olivares, valido de Felipe IV desde hacía casi veinte años, tomó la decisión -secundado por el Consejo de Estado de la monarquía- de centrar todos los esfuerzos en la recuperación de Cataluña en tanto que se adoptaba una posición defensiva en la frontera con Portugal. Este primer número que dedicamos al conflicto denominado Guerra de los Segadores por la historiografía romántica traza un recorrido por los antecedentes políticos y sociales que motivaron el estallido de la crisis en el principado. Además, profundiza en sus orígenes inmediatos, derivados del levantamiento campesino ante el alojamiento de tropas reales en el principado que alcanzaría su clímax en el Corpus de Sangre, y aborda los tres primeros años de la contienda (1640-1642), ricos en acontecimientos y hechos de armas, como la campaña del marqués de Los Vélez, truncada en Montjuïc, la anexión de Cataluña al reino de Francia y los transcendentales asedios de Tarragona (1641) y Perpiñán (1642). Luis XIII fue el claro vencedor de esta primera fase de la contienda, pero la suerte francesa, como tendremos ocasión de ver en próximas entregas, no tardaría en cambiar…