Reza el proverbio que la realidad supera a la ficción. Este es sin duda el caso de Vlad Tepes, también llamado Drácula, cuya leyenda, consagrada por la célebre novela de Bram Stoker, ha hecho sombra y relegado a un segundo plano la vida del personaje histórico en la que se inspira. El verdadero Drácula gobernó el pequeño principado de Valaquia a mediados del siglo XV, cuando este ocupaba la primera línea de fuego entre el Imperio otomano y Occidente y era, por tanto, escenario de constantes guerras y violencias de todo tipo. En ese contexto de brutalidad creció y gobernó Vlad, que devino en una suerte de David contra Goliat por los extraordinarios triunfos militares que obtuvo sobre un enemigo infinitamente más poderoso, pero también en un Judas encarnado cuya crueldad sin límites le granjeó el apelativo de Tepes (el Empalador). Las intrigas palaciegas y los vaivenes de su fortuna son los ingredientes finales que hacen de la suya una de las biografías más espectaculares del Medievo.