Entre Stalingrado y Berlín, Budapest bien puede considerarse uno de los asedios más espectaculares de la Segunda Guerra Mundial. La ciudad, engarzada en ambas orillas del Danubio y alejada del eje de progresión natural entre Moscú y la capital de la Alemania nazi, fue el escenario, durante el invierno de 1944 a 1945, de una batalla que obtiene parte de su fama del hecho de que en ella combatiera una cantidad desproporcionada de tropas de las SS (dos divisiones completas y diversas unidades menores) y de que fueran unidades de esta macabra organización las que más duramente lucharan para romper el cerco durante los últimos y agónicos meses del Reich. Pero no hay que olvidar que en la capital danubiana combatieron también tropas de la Wehrmacht, del Ejército húngaro y del rumano, que recientemente había cambiado de bando para unirse a los soviéticos. La tragedia de Budapest, en medio del fuego y la destrucción que arrasó una de las ciudades más antiguas de Europa, fue también la de sus civiles, especialmente judíos, que no solo tuvieron que enfrentarse a las bombas y al acero, sino también a la persecución incesante de quienes pretendían aniquilarlos.