Las guerras de independencia hispanoamericanas fueron conflictos de una complejidad inédita en la Europa recién salida de las Guerras Napoleónicas. En el vasto virreinato de Nueva Granada, que comprende los actuales estados de Colombia, Ecuador, Panamá y Venezuela, no solo fueron guerras de emancipación, sino también guerras civiles y, muy a menudo, conflictos de clase y raciales. Para poner fin a las primeras experiencias republicanas, fruto de la inestabilidad y el caos de la invasión napoleónica de la península ibérica, el restaurado Fernando VII envió a Costa Firme, en 1815, una fuerza expedicionaria de 10 000 efectivos al mando de Pablo Morillo. Las armas españolas restablecieron el Antiguo Régimen en Nueva Granada. El proyecto republicano parecía frustrado. Sin embargo, a partir de 1817, en la selva del Orinoco, el más brillante de los líderes independentistas, Simón Bolívar, sentaba las bases de su ambicioso proyecto: aquel que aspiraba a convertir la diversidad de los pueblos y razas del virreinato en una nación común: la Gran Colombia. Desde la desembocadura del Orinoco hasta la cordillera andina, a través de las batallas de Boyacá (1819) y Carabobo (1821), la lucha entre patriotas y realistas transformó radicalmente aquellas latitudes y dio origen a nuevas naciones.