Con el presente número llega a su fin la trilogía que iniciamos, en abril de 2016, sobre la invasión francesa de Rusia. Tras la batalla de Borodinó llega la retirada de Moscú, que ocupa un lugar privilegiado en la epopeya napoleónica. Un Napoleón errático se verá sobrepasado por los acontecimientos y será testimonio de la sufrida lucha de sus hombres por sobrevivir a los elementos y al hostigamiento de los partisanos a través de una ruta devastada y con el ejército de Kutúzov pisándoles los talones. A pesar de los sacrificios y los actos heroicos, que permitieron la supervivencia de Napoleón y el núcleo de su ejército en situaciones en las que todo parecía perdido, como la batalla de Krasnoi o el cruce del Berézina, la retirada de Moscú marcó, para Francia, el final de una época dorada. El sufrimiento y la muerte del mayor ejército que Europa había contemplado estremecieron a los contemporáneos y quedaron grabados en la memoria de los supervivientes con más viveza que los grandes triunfos. Para los rusos, en cambio, la victoria fue una verdadera catarsis que supuso el renacimiento espiritual de la nación.