Las relaciones entre Roma y el mundo celtibérico fueron, probablemente, tan antiguas como el interés de la República en los asuntos de la península ibérica, que se remonta a fechas anteriores al estallido de la Segunda Guerra Púnica. “‘Hemos sido enviados por nuestro pueblo para conocer en qué basáis vuestra fe para atacarnos’. A esta pregunta respondió Graco que había llegado confiando en un excelente ejército, y que si deseaban comprobarlo para poder informar más detalladamente a los suyos, les daría la oportunidad” (Livio, XL.47.6-7).