Tras la batalla de Valútina-Lubino, la vanguardia de la Grande Armée persiguió al ejército ruso en retirada, aunque Napoleón volvió a Smolensko. La pregunta que este se planteaba ahora con urgencia era qué hacer. Su plan se había fundamentado en la seguridad de que habría una ofensiva rusa o, al menos, una batalla general justo en la frontera o no lejos de ella, ya que su objetivo no era ocupar ciudades y territorio, sino derrotar al ejército enemigo. Pero se había perdido la esperanza de que tuviera lugar dicho encuentro y, por otro lado, el ejército francés se encontraba comprometido en exceso y permanecer un año en Smolensko para preparar una nueva campaña era, desde el punto de vista político, una insensatez.