Los combates de noviembre de 1936 en los que Madrid se salvó contra todo pronóstico para la República se encuentran entre los de mayor valor simbólico y más trascendentes para el desarrollo posterior de la Guerra Civil. La batalla de Madrid, en una lógica militar estricta, definiría todo un ciclo operacional completo que alcanzaría hasta marzo de 1937. Un proceso bastante más amplio que el ataque y la defensa directos de la ciudad y que incluiría también los intentos de rodearla por la carretera de La Coruña, el Jarama y Guadalajara. Sin embargo, cada uno de esos combates justificaría por sí solo un número monográfico.
En Desperta Ferro Contemporánea hemos preferido centrar la atención en aquellas últimas semanas de 1936 en las que, además de la lucha marcada por la urgencia y dramatismo, operaron como contexto una serie de transformaciones fundamentales que darían a la contienda los rasgos propios de una guerra convencional y, más aún, total. Conforme las “columnas expedicionarias” se aproximaban a Madrid y la República organizaba sus heterogéneas fuerzas para la defensa, ya daban sus primeros pasos la ayuda militar extranjera -imprescindible para sostener un conflicto a gran escala-, la “regularización” de los ejércitos enfrentados -no solo en el bando gubernamental- incorporando la conscripción a la amalgama de tropas profesionales y voluntarios que operaban y, por último, la consolidación de las hegemonías político-militares en ambos bandos: la jefatura unipersonal de Franco, por un lado, y la incipiente estabilización institucional -no exenta de conflicto- en el campo republicano en torno a las organizaciones políticas y sindicales de masas, por otro.
Madrid en 1936 resulta ser un punto de inflexión. La caída de la capital podría haber acelerado la resolución del conflicto, pero sin las fuerzas suficientes, el asalto nacional se consume. El 23 de noviembre, en Leganés, Franco y el alto mando nacional acuerdan a altas horas de la noche detener el ataque. En cierto modo, esa noche la sublevación militar se acostaba como pronunciamiento para despertar como una auténtica guerra civil.