Del 1 al 3 de julio de 1863 se libró en los campos de Pensilvania una de las batallas más famosas de la historia, Gettysburg. Generales de fama inmortal como Robert E. Lee, la heroica defensa de Little Round Top por el 20.º de Maine, los combates en Cemetery Hill y, sobre todo, la gallarda carga de Pickett han acaparado tal atención que de los 65 000 libros que se estima escritos sobre la Guerra de Secesión, en torno a la mitad estarían dedicados a Gettysburg. Tras tres sangrientos días de encarnizados combates, el ejército de Meade logró frenar la invasión confederada, pero Gettysburg distó mucho de ser una batalla decisiva, al igual que los demás intentos de invasión previos en un sentido o en otro, un mortífero pero estéril intercambio de golpes en los 150 km que separaban Richmond de Washington. Los destinos de la Unión y la Confederación se decidían esos mismos días de julio de 1863, pero a 1700 km de distancia, en Misisipi. El frecuentemente ignorado pero a la postre decisivo frente del Oeste sería testigo de acciones navales a gran escala en las que los acorazados impondrían su ley, de operaciones anfibias de dimensiones no superadas hasta el Día D, de ambiciosos proyectos de ingeniería militar, de estrategias audaces, de batallas épicas y escaramuzas con la guerrilla y de penosos asedios en los que los picos y las palas eran más letales que los fusiles. A la postre, todo esfuerzo valdría la pena ya que "Vicksburg es la clave".