La imagen más común de la batalla de Lepanto es, en gran medida, inexacta. Los hechos en sí, esto es, la incontestable victoria de la flota de la Santa Liga sobre la del sultán, no admiten duda, pero su relevancia sí. Que Lepanto fue una victoria decisiva, que detuvo la expansión del Imperio otomano y salvó a la Europa cristiana, que sobrevino casi milagrosamente en un momento desesperado, poniendo fin al mito de la invencibilidad turca son afirmaciones repetidas a menudo en la divulgación, pero que las fuentes desmienten. Este artículo se detendrá en particular en el último aspecto: reconstruir el itinerario que llevó a la batalla, siguiendo de cerca las fuentes para aquellos meses y mostrando cómo la victoria no fue inesperada y milagrosa sino, al contrario, anunciada y largamente anhelada en el Occidente católico.