Los hijos de Anansi retoma planteamientos ya insinuados en American Gods, a saber: deidades mitológicas y/o tradicionales (de origen africano, en este caso) que se mezclan con los humanos y, de algún modo normalmente bastante accidentado y estrambótico, cambian sus vidas y destinos. En este libro el humano es Charles Nancy, conocido como Gordo Charlie, joven economista afincado en Inglaterra cuya vida normal se ve alterada por el fallecimiento de su padre, lo cual le pone sobre la pista de un desconocido hermano que aparecerá de manera inesperada y que desencadenará una serie de acontecimientos que despojarán a Nancy de su trabajo, de su novia y casi de su propia alma.
El argumento es muy típico de Gaiman; tan típico, de hecho, que la novela se convierte en un remedo de la peripecia de American Gods, sin aportar demasiado a la historia contada allí. Los hijos de Anansi es un libro estupendo, que conecta con el lector como pocos y que, además de la fuerza narrativa característica del autor, posee una atmósfera irreverente, con veladas críticas al sistema judicial o a los mecanismos de la economía internacional. Sin embargo, por mucho que a uno le pueda gustar Gaiman y sus métodos literarios, hay que admitir que la fórmula mágica (nunca mejor dicho) de sus novelas se extingue a fuerza del uso.