Desde que El Escorpión se apoderó del oro que Trebaldi destinaba a sus siniestros mercenarios, los monjes guerreros, parece que el usurpador al frente del Vaticano tiene los días contados. Pero en la Ciudad Eterna, sumida en el caos, los secretos del pasado parecen pesar cada vez más. Es el peso de las pasiones y de las traiciones. Hasta el punto de hacer caer las máscaras, pues la hora de todas las venganzas se acerca como un caballo al galope, mortalmente peligroso, desbocado por las calles de Roma.