Wakanda Forever: review de la secuela de Black Panther
Jesús Delgado
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“Black Panther: Wakanda Forever” ya está en cines. En esta review analizamos esta secuela de la película original de Pantera Negra con la que el director Ryan Coogler rinde tributo a Chadwick Boseman.
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Tras una accidentada marcha, lastrada por el estallido de “La Pandemia” y decisiones creativas de corte experimental, la Fase 4 del UCM nos dice adiós. El lanzamiento de “Black Panther: Wakanda Forever” rubrica el final del conjunto de series y filmes que jalonan el primer escalafón de la llamada Saga del Multiverso, la cual contará con “Kang, El Conquistador” (Jonathan Majors) como gran maloso supremo en sustitución de Thanos (Josh Brolin).
Pero no nos adelantemos. Volvamos, por ahora, al momento actual. Es decir a este mes de noviembre de 2022 en el que la secuela de “Black Panther” nos llega para formalizar el traspaso de “poderes” y de nombre de superhéroe. Ya que, recordemos, el actor encargado de interpretar a Pantera Negra, Chadwick Boseman (“Dioses de Egipto”), nos dejó no hace mucho. De ahí que el ficticio reino de Wakanda se haya quedado huérfano de protector y de monarca.
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De este modo, “Black Panther: Wakanda Forever” aborda qué ocurre cuando el citado país africano, una de las naciones más avanzadas de la Tierra de Marvel, se ve privada de la protección de su superhéroe nacional. Y no podría ser en peor momento. En su peor hora, aparece otro competidor directo para la hegemonía tecnológica wakandiana: el reino perdido de Talokan (un trasunto aztecomaya de la Atlantis marvelita). Y, al frente de él, un poderoso semidiós llamado Namor (Tenoch Huerta).
Y, hasta aquí, la sinopsis. Entramos en faena con la reseña en los siguientes párrafos en los que, en la medida de lo posible, intentaremos ahorrarte todos los spoilers y destripes de la película. Sin perder el espíritu de crítica, por supuesto.
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El Rey ha muerto, larga vida a…
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Podríamos ser más prosaicos y decir que “A rey muerto, rey puesto” y el significado del ladillo se conservaría y, con él, el resumen de lo que va esta película.
“Black Panther: Wakanda Forever” es una cinta que aborda el tema central del duelo y del tránsito, centrándose en la partida de Chadwick Boseman y su prematura muerte, así como el vacío que ha dejado tanto en el mundo real como en la ficción. Sin embargo, aunque este pretende ser el pilar de la película, su objetivo se acaba diluyendo por problemas graves de concepción.
El primero de estos problemas reside en el ansia de Marvel Studios de plantear al Pantera Negra de Boseman como una fuente inagotable de carisma y un pilar del UCM, tratando de equipararlo con personajes de mayor recorrido como fueran Viuda Negra o Iron Man. Pero estamos ante un personaje que solo apareció en cuatro películas de la Fase 3, protagonizando tan solo una de ellas, y no llegó nunca a tener un desarrollo real y un crecimiento en pantalla. Por lo que se erige de la nada un peso del que el héroe goza en los cómics, pero no en las producciones de cine.
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Por mucho que haya enfatizado en la serie de “What if..?”, y a pesar del convencimiento de los responsables del estudio y de las indudables dotes profesionales del finado, la realidad es que el Black Panther de Boseman careció de la entidad y trayectoria que artificialmente se la ha pretendido dar con fines meramente marketinianos y de posicionamiento de marca.
Esto nos lleva al segundo problema: cuando arrancamos con la defunción del personaje en el UCM, explicando su ausencia en la película, nos damos de bruces contra un muro invisible: la falta de una base sólida para apelar a la emoción y a la nostalgia. Hemos de apoyarnos en los personajes supervivientes para entrar a nivel sentimental en el discurso de duelo y luto que se nos quiere transmitir.
Su tercer fiasco es que, además, la historia evidencia haber sufrido alguna que otra reescritura para encajar el anunciado reemplazo del héroe titular por su suplente. Esto es algo que más que notarse, se mastica. Desgraciadamente, estamos también tan acostumbrados a estas reescrituras (ya desde tiempos de la malograda “Spider-Man 3” de Raimi) que resulta casi imposible obviar estas “costuras” en los encajes narrativos del género de superhéroes.
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Y, por último, llegamos al cuarto y final defecto que finiquita la forma y fondo de la película: su escena postcréditos. Esta secuencia es un torpedo directo contra la línea de flotación con la que se hunde precisamente todo el discurso sobre el duelo sobre el que se cimenta la narración. Su ejecución puede entenderse o bien como una negación de todo el viaje de Shuri (Letitia Wright, protagonista de la cinta) o bien como un menoscabo de todo su esfuerzo para trascender. Una tercera lectura, mucho más inocua, es la de que se trata de una escena del todo intrascendente, que no aporta nada al espectador y que se acaba metiendo con calzador sin más objeto que el de prolongar la duración del metraje.
Así, hechas estas consideraciones, y sabiendo que la película arrastra tantos pesos muertos al cuello para echar a andar, podemos entender e incluso querer disculpar allá donde se tambalea: las incoherencias argumentales, las inconsistencias del desarrollo de personajes –que, no en vano, apenas hemos visto en la continuidad del UCM desde hace 6 años y cuya evolución debemos imaginar a falta de referencias narrativas de primera mano–, y, por supuesto, el ritmo y la abrupta e irregular exposición de la trama.
Con todo, hemos de admitir el cariño con el que está hecha. La convicción de sus responsables por el proyecto salvan (aunque sea por los pelos) los trastos a esta producción.
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El Marvel más allá de EEUU
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En general, la sensación que nos da con esta película y lo que vemos en las respuesta del público es que o se adora “Black Panther: Wakanda Forever”, o bien se aborrece. Y, desgraciadamente, estos sentimientos se deben muchas veces a los motivos menos adecuados u honestos por cualquiera de las partes.
Por ejemplo: una crítica negativa recurrente ha sido la de tacharla de “panfleto ideologizado”. Pero habida cuenta de la tendencia progresista de Marvel, tanto en cómics como en producciones audiovisuales, quizá nos parezca sacarlo un poco de madre. En realidad, cuestiones como el amor libre o la enorme presencia femenina en el filme no estropean la historia ni nos han resultado “gratuitas”. Son elementos más de la trama y no son precisamente los que la lastran.
Y lo mismo podemos decir de la inclusión de Riri Williams/Iron Heart (Dominique Thorne), a la que quizá hubiéramos preferido ver antes debutando en una eventual “Armor Wars” que en esta cinta para asumir su papel como heredera de Tony Stark. Pero, en este punto, diremos que a quien le gusten estas decisiones de guion, bien, y a quien no… pues allá esa persona.
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Ahora, hay otras cuestiones más políticas que no podemos ignorar y que tampoco son ajenas al ADN de Pantera Negra. Y aunque es cierto que la visión actual de Marvel Studios ya poco tiene que ver con las aventuras pergeñadas para el personaje creado por Stan Lee y Jack Kirby, muchas cuestiones de fondo se perpetúan y se conservan.
Más concretamente, nos referimos al discurso antiimperialista y anticolonialista de las aventuras del héroe que, sobre todo en los últimos 30 años, han impregnado buena parte de los cómics de Pantera Negra. En este sentido, sí hemos percibido que el director Ryan Coogler se ha cuidado de mantener estas cuestiones, integrándolas como parte fundamental de la historia. Una decisión acertada, ya que se trata de conceptos asociados al héroe en las viñetas.
En paralelo a esto, también hay otro melón que abrir y del cual Coogler ha tomado nota: el concepto de la competencia y rivalidad entre Wakanda y la Atlantis de Namor, que se ha visto ya en los cómics en varias ocasiones (sin ir más lejos, en la saga “Infinito” de Jonathan Hickman).
Pero, en lo que a nosotros respecta, la puesta en escena debe recibir una de cal y otra de arena.
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Por un lado, entendemos la necesidad de Marvel Studios de apelar al público latinoamericano, cuya presencia ha sido anecdótica hasta esta Fase 4. Y también el imperativo de distanciarse de la Atlantis del Aquaman de Jason Momoa, más cercano a los mitos grecolatinos, en aras de diferenciar a ambos personajes.
Esto nos ha brindado una recreación de Talokan sinceramente interesante. El concepto de un fantástico reino submarino de raíces sincréticas entre lo maya y azteca resulta cuanto menos curioso y fresco. Casi atrevido, diríamos.
Y decimos casi, ya que al profundizar y arañar más allá de la superficie, detectamos que se ha caído en una “explotación del exotismo” que conlleva una simplificación bastante tosca de la idiosincrasia mexicana, llamada más a servir de vehículo al relato que a profundizar en las raíces culturales que inspiran a la nueva nación planteada en el filme.
Así, Marvel Studios comete el error recurrente de las producciones norteamericanas que abordan folklore e historia de pueblos con los que están poco familiarizados. Se quedan con elementos que se adaptan a la conciencia, visión y moral yankee actual, desechando cualquier otro elemento incómodo o de necesaria elaboración y desarrollo.
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Un precio que paga precisamente la recreación de Namor, cuyo nombre tiene un origen etimológico en la cinta que nada entre lo delirante y lo vergonzosamente perezoso por parte de los guionistas. Casi tanto como convertirlo, a través de sus motivaciones, en una fotocopia facilona de Eric Killmonger (Michael B. Jordan), el villano de la primera entrega. Muy malas decisiones, que restan encanto a uno de los personajes más complejos y controvertidos de Marvel Comics en su llegada a la Gran Pantalla.
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Claros y oscuros en un filme
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Llegados a este punto, tenemos que ponderar que “Black Panther: Wakanda Forever” tiene un contraste muy acentuado entre sus flaquezas y sus fortalezas. Desde el reparto hasta la fotografía pasando por la trama.
Ni Letitia Wright (Shuri) ni Tenoch Huerta (Namor) hacen papeles especialmente memorables. Sus interpretaciones resultan ramplonas e impostadas, siendo generosos con ellos. Que, además, queden ensombrecidos por el trabajo de Angela Bassett (la reina Ramonda), Lupita Nyong'o (Nakia) y Winston Duke (M’Baku) solo acentúa esta desigual calidad actoral que complica la capacidad del espectador a la hora de empatizar.
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En paralelo, encontramos un desarrollo de escenarios y vestuario muy rico y elaborado. Pero el uso de la iluminación y de la fotografía no acaba de despuntar y muchos planos resultan pobres y poco adecuados para lo que se trata de transmitir al público. Esto, sobre todo, se traslada a las secuencias submarinas, en donde la película se muestra innecesariamente oscura, desaprovechando mucho potencial visual y paisajístico.
Que, además, lo ocurrido en la historia no tenga mucha trascendencia para el devenir del Universo Cinematográfico de Marvel y que al final todo parezca tener reducirse al conflicto entre Wakanda y Namor, resta bastante dimensión a la importancia de la cinta respecto a la continuidad.
En conjunto, creemos que, con el tiempo, podremos ver con otra perspectiva esta cinta, que poco ha tenido de experimental y ha sido muy conservadora en algunos aspectos. Por ahora, esperemos que solo haya sido una excusa para desarrollar esta parcela del UCM en el futuro, dando más proyección o significancia a sus protagonistas, sacando más oro (o vibranium) de ellos.
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Concluimos recordándote que en Akira Cómics somos unos locos de Marvel. Si a ti te pasa igual y quieres conocer los cómics que inspiran esta cinta, no dejes de visitarnos en nuestra página o nuestra tienda.