El cómic europeo: la Escuela De Marcinelle
Francisco Javier Illescas Díaz
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También conocida como la Escuela de Charleroi, la Escuela de Marcinelle supuso la implantación de un estilo muy distinto al de la Escuela de Bruselas.
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También conocida como la Escuela de Charleroi, la Escuela de Marcinelle supuso la implantación de un estilo con planteamientos diametralmente distintos a los de La Escuela de Bruselas. Y lo hizo merced a la aplicación de una política mucho más flexible a la hora de permitir el desarrollo artístico de los dibujantes que, esta vez, no dependían del estilo de una guía precedente.
Desde Akira Cómics vamos a profundizar en los orígenes y características de este estilo artístico y narrativo que perdura hasta nuestros días.
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Como indicamos en nuestro artículo generalista sobre el cómic europeo, la Escuela de Marcinelle nació en 1937 de mano de Jean Dupuis, que ideó una revista para el público infantil y juvenil: “Le journal de Spirou”.
En un principio, no se diferenciaba mucho del resto de las revistas del ramo, aunque tenía un toque más fresco. Pero en breve empezó a adquirir ese tinte diferenciador que terminó creando escuela. Profundicemos en sus distintas etapas.
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Los inicios: la etapa realista y el mercado convencional
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En sus inicios, tal y como hemos comentado, el contenido de la revista no resultaba especialmente novedoso, aunque no tardó en ponerse a la cabeza de las publicaciones del ramo.
El dibujante estrella de la revista era Robert “Rob-Vel” Velter, que fue el creador del personaje y las primeras historietas de Spirou, aún muy influenciado por la línea clara –no en vano dibujó un personaje llamado Subito para “Le Petit Parisien”-, pero con innegables elementos procedentes de las tiras cómicas estadounidenses. Se encargaba de otras historietas, como las aventuras de “Bibor et Tribar”, “Las aventuras de Zizette” y una sección educativa sobre la historia de los antiguos belgas.
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Junto a él, dibujaban otros históricos como Francis Dineur (“Tif y Tondu”). Pero el resto de la revista se rellenaba con material americano, entre el que destacaban las históricas series “Dick Tracy” y “Brick Bradford”.
Tal y como hemos indicado, aunque se ofrecía un toque diferente, la revista seguía muy ligada al desarrollo impuesto por la escuela de Bruselas y dependía aún de la publicación de material americano. Pero la llegada de la Segunda Guerra Mundial y el hecho de que Rob-Vel cayera prisionero de guerra de los alemanes en 1940 cambió la historia de la revista y de su contenido. -
La revolución: llega Jijé
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A partir del momento en el que Rob-Vel no pudo entregar sus historietas, se incorporó Jijé a la disciplina de la revista.
Al tratarse de un artista procedente de la animación, empezó a introducir cambios: aunque comenzó basándose sin disimulo en la línea clara (basta con ver a Jojo, uno de sus primeros personajes), no tardó en empezar a redondearlos y caricaturizarlos, a la vez que empezó a introducir elementos humorísticos… Estos aparentemente pequeños cambios empezaron a ser un elemento diferenciador.
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A ello contribuyó que este gigante de la historieta se encargase de casi todas las publicaciones de la revista: desde los contenidos más realistas y didácticos (“Don Bosco, el amigo de los jóvenes”, “Cristóbal Colón”) hasta obras de otros autores (“Spirou” y “Jean Valhardi”, que eran de Rob-Vel), pasando por el desarrollo de sus propios personajes (“Trinet et Trinette”). Jijé fue el padre de este nuevo estilo que desarrolló el marco en el que creció la Escuela de Marcinelle.
Pero, durante los últimos años de la guerra y durante la primera posguerra no había manera de traer álbumes americanos para rellenar. Y fue aquí cuando, en 1945, se incorporaron otros dos grandes gigantes de esta escuela: Morris y Franquin, también procedentes del mundo de la animación.
Enseguida hicieron buenas migas y se trasladaron a un estudio en Waterloo para trabajar juntos. De la mano de Morris, nació en esa época “Lucky Luke”, mientras que Franquin revolucionó y remodeló “Spirou” con tal éxito que Jijé decidió cederle la serie (de Franquin nacieron personajes como el conde de Champignac, Zorglub o el Marsupilami).
Estos 3 autores fueron los que fundaron las bases del estilo que estamos tratando, y que atrajo en esta época a autores como Peyo (se incorporó en 1952 con “Johan y Pirluit”), Remacle (1958, “El viejo Nick y Barbanegra”) y Tillieux (1957, “César”).
Fue en esta época en la que también se incorporaron Charlier y Hubinon, pero su planteamiento era mucho más realista. Los “ancianos” de la editorial contribuyeron con nuevos personajes, como Tomás Elgafe (de Franquin).
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Fue en esta época también en la que muchísimos autores de renombre llamaron a la puerta de Dupuis para incorporarse a esta tendencia revolucionaria: Tibet, Craenhals, Macherot, Rosy, Lambil, Roba, Delporte, Macherot, Greg, Dino Attanasio, Azara, Uderzo...
Pese a todo, la lógica del estudio no estaba establecida, y la caótica dirección editorial de Georges Troisfontaines provocó el exilio de varios de estos valiosos autores. Entre ellos, Goscinny, Charlier y Uderzo, quienes se embarcaron en la fundación de una revista que, a la postre, sirvió como plataforma para extender el estilo de la Escuela de Marcinelle en el extranjero: “Pilote”.
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Afortunadamente, en 1955 todo retomó su rumbo.
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La época dorada: Yvan Delporte
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Yvan Delporte tomó el relevo de Troisfontaines y le dio un grandísimo impulso al desarrollo de la Escuela de Marcinelle. Entre 1955 y 1968 se produjo, bajo su dirección, la llamada “edad de oro de Spirou”, que supuso el espaldarazo definitivo a lo que suponía el nuevo estilo creado por Jijé y perpetuado por Franquin, Peyo y Morris.
Tomó las siguientes medidas: estandarizó el estilo en todas las series, aumentó el paginado de la revista (de 24 a 32 páginas) y lanzó los recopilatorios de las aventuras de los protagonistas con más éxito entre el público en formato de álbum (y merchandising asociado: naipes, figuras, cromos…).
Fue en esta época en la que crecieron los nuevos valores incorporados en la anterior etapa: Roba creó “Bill y Bolita”; Peyo se asoció con Delporte para crear “Los Pitufos”… Y se reclutó a una legión de artistas noveles que se adaptaron al estilo definido por los padres de la escuela: Maurice Tillieux (“Gil Jourdan”), Jidéhem (“Sophie”), Luc Mazel (“Bululum y Guiliguili”), Raoul Cauvin (“Casacas Azules”, “Sammy”), Louis Salverius (“El pequeño Cactus”, “Casacas azules”), Willy Lambil (“Sandy y Hoppy”, “Hobby & Koala”), Jean-Claude Fournier (“Spirou”), Bob de Groot (“Leonardo”), Daniel “Dany” Henrotin, Luc “Dupa” Dupanloup (“Copito”), Roger “Kiko” Camille (“Djinn”), Alain Michaud…
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Fue de 1955 a 1968 en que se hizo legítimo hablar de una Escuela de Marcinelle, ya que, sin presiones exteriores, los artistas despersonalizan el estilo creado por Jijé, Franquin y Morris hasta hacerlo propio. Básicamente, los dibujantes de la escuela de Marcinelle fueron aquellos que vieron el dibujo del que vio el dibujo del dibujante primigenio y no tuvieron miedo de dibujarlo a su vez.
Además, se creó cantera: “Pilote” siguió creciendo, haciendo suyo ese estilo (para saber más sobre los creadores y continuadores de “Pilote”, haz clic aquí) y Franquin abrió su propia revista, acogiendo a autores de la talla de Seron (“Los hombrecitos”).
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Esta etapa, además, es la que inspiró a los miembros de la llamada “Generación del 57” dentro de la Escuela Bruguera, de la que hablaremos en otro artículo.
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Las nuevas corrientes hasta la actualidad
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Tras el cese de Yvan Delporte, el mercado estuvo marcado por el aumento de la venta de álbumes en detrimento de las revistas. Muchos de los puntales de la Escuela de Marcinelle ficharon por otras editoriales (Franquin, Peyo y Morris, por ejemplo).
Su sucesor, Thierry Martens, sustituyó sus historietas por otras de temática parecida. Así, Salverius y Cauvin, con “Casacas Azules”, sustituyeron el espacio de “Lucky Luke”; Gos, con “Quena y el Sacramús”, sustituyó a Peyo, Fournier se encargó de “Spirou”… Y Cauvin se encargó de crear nuevos personajes (Sammy, “Gustavo y Genoveva” –en el que se basa, seguro, “Los Guerrilleros” de Bernet Toledano).
También se incorporaron obras de artistas españoles como Jesús Blasco (“Los guerrilleros”) o Jordi Bernet (“Dan Lacombe”). Esta etapa estuvo definida también por la incorporación de las primeras heroínas feministas de esta tendencia artística, como “Natacha” (de François Walthéry). Además, se crearon en la revista “Spirou” las secciones “Carte Blanche” y “Descubrimientos”, que sirvieron de trampolín a artistas de la talla de Yann o Conrad.
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En 1978, Alain de Kuyssche tomó el relevo de Martens. Esta etapa estuvo marcada por el fichaje de Nic Broca, Yves Chaland y el tándem Tome-Janry para el relanzamiento exitoso de “Spirou”, y por la apuesta de jóvenes valores: Frank (“Brousaille”), Bercovici (“Las mujeres de blanco”) y Wasterlain (“Doctor Poche”).
En 1982 tomó las riendas Philippe Vandooren. La revista “Spirou” pasó a llamarse “Spirou Magazine”. Básicamente se amplió el rango de público y el contenido para llegar al sector adulto.
Se mezcló el contenido humorístico y caricaturesco típico de la escuela de Marcinelle con contenido más dramático y aventurero. Se comenzó a admitir cierto contenido de temática sexual y se jugó con un humor más negro, irreverente e inteligente con objeto de atraer a un público más intelectualmente formado.
Pero no se perdieron los valores de siempre en manos de una nueva hornada de artistas encabezados por gente de la talla de Zidrou, Messina, Duveau, Morvan o Munuera.
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A diferencia de otras escuelas de corte más arcaizante, el estilo de la Escuela de Marcinelle, gracias a su estructura creativa más espontánea, directa y reactiva, ha sabido mantenerse vigente hasta la actualidad.
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Sí, vale, muy bonito. Pero… ¿cómo reconozco el estilo de la Escuela de Marcinelle?
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Tiene un estilo muy determinado que ha influido en una gran cantidad de autores hasta nuestros días. En contraposición a la Escuela de Bruselas, el dibujo es mucho más caricaturesco, exagerado, fluido y suelto. Se tiende a la línea curva y al trazo rápido y grueso. Las manos, los pies y los gestos adquieren protagonismo, ya que enfatizan el conjunto de la actuación (las expresiones faciales y los gestos corporales). Esta característica, unida a la caricaturización de los personajes (esas enormes narices…), exagera el histrionismo de los personajes, permitiendo una mejor comunicación entre el dibujo y el lector.
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Además, la línea curva permite una mayor integración a la hora de incorporar líneas cinéticas.
El uso del sombreado y el claroscuro es una constante en este estilo de dibujo, aportando su granito de arena para reforzar la dramatización de los momentos.
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Por otra parte, por serio que resulte el planteamiento o el desarrollo de la historia, el gag cómico está siempre presente de manera más o menos sutil. No obstante, este planteamiento digamos caricaturesco no implica un menor rigor a la hora de presentar la arquitectura, los vehículos o lo que sea que haya en el fondo de la escena… simplemente se dibuja de otra manera.
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Estamos ante un estilo de dibujo que, pese a superar los 60 años de existencia, no ha envejecido lo más mínimo. Y, como siempre, en tu tienda amiga quedamos a tu disposición para mostrarte los mejores exponentes de la Escuela de Marcinelle.
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