Alan Moore: el narrador hechicero
El Staff
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Repasamos la vida y la carrera de Alan Moore, el controvertido pero genial guionista que, junto a Frank Miller, redefinió el género de los superhéroes en los años 80 del pasado siglo. Este es el verdadero Hechicero Supremo del cómic.
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A lo largo de los breves años de vida de nuestro blog, hemos analizado la carrera de varios de los más grandes autores del mundo del cómic y del cine: desde genios irrepetibles como Hayao Miyazaki hasta el certero y siempre entrañable Neil Gaiman.
De este modo, volvemos la vista atrás hacia uno de nuestros primeros textos dedicados a grandes guionistas e ilustradores del cómic. Nos referimos a la biografía de Frank Miller.
Como ya os contamos en su momento, el responsable de “Daredevil: Born Again” y “El Regreso del Caballero Oscuro” fue un renovador clave de la industria de los superhéroes, presentando el perfil humano de los héroes, desarrollándolos hasta las últimas consecuencias a partir de las premisas de las que partían y volviendo a poner de moda el género neo-noir.
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De forma paralela, otro autor resultó clave para el cómic en los años 80 del siglo XX, una época marcada por la tendencia hacia el realismo de presentación y la crítica de las figuras del héroe y el villano: Alan Moore.
Moore convirtió los cómics no solo en vehículo de crítica social y política, sino también de su propia crítica al género de los superhéroes y, en cierta manera, a la propia industria y a sus postulados.
Obras como “Watchmen” se revelan como una ácida y oscura sátira de los cómics de DC –en especial de los héroes heredados de la editorial Charlton–. En tanto, “V de Vendetta” se consagra como un duro ataque contra las políticas de Margaret Thatcher y el ascenso de la derecha británica.
Anteriormente, Moore también había sido responsable de grandes historias de Batman y Superman, y de La Cosa del Pantano. Y, posteriormente, de grandes novelas gráficas como “From Hell” o su contradictorio, pero personal, “Liga de los Hombres Extraordinarios”.
Pero vayamos paso a paso.
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De artista sensación a reformador
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Alan Moore (Northampton, Reino Unido) vino al mundo un 18 de noviembre de 1953, lo que lo convierte en Escorpio. Detalle tonto para aquellos a quienes les guste lo esotérico –una de las principales ramas de exploración narrativa de Moore, precisamente.
El joven Alan era el primogénito de una familia de extracción humilde de la localidad británica, residente en una de las zonas más pobres de la ciudad. A pesar de que la formación literaria y académica no era una de las prioridades de sus vecinos en la postguerra, el futuro escritor mostró desde bien pronto signos de un voraz apetito lector.
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Junto a relatos y libros orientados a un público infantil, Moore se inició en la lectura con cómics de la floreciente industria británica. Entre ellos, destacaban las tiras cómicas de “Mickey El Mono” (“Mickey The Monkey”), de la revista “Topper”.
A estas lecturas se sumarían la llegada de EEUU de cómics norteamericanos de la editorial DC, que por aquel tiempo estaba sumida en su Edad de Plata con la llegada del segundo Flash (Barry Allen) y la Liga de la Justicia de América.
Tras una carrera académica bastante decepcionante en secundaria, que se saldó con su pérdida de interés por estudios formales y su expulsión de la escuela, Moore comenzó a formarse por su cuenta en talleres y laboratorios de escritura como escritor. Mientras publicaba relatos en fanzines y trabajaba en lo que salía, comenzó a coquetear con las drogas.
Poco después de que el LSD llegara a su vida, y ya a mediados de los años 70, se casó con Phyllis Dixon. Hasta 1978, Moore trabajó en una oficina, mientras hacía sus pinitos en revistas.
Tras abandonar su monótono trabajo como administrativo, comenzó a dibujar y a guionizar algunas obras. Durante este periodo, firmó bajo el pseudónimo de Jill de Ray, una broma y guiño al horrendo infanticida Gilles de Rais. Con él firmó las tiras cómicas de “Maxwell the Magic Cat” hasta el año 1986. -
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En paralelo, le llegó el salto a la fama. Tras comenzar a escribir algunos relatos en la revista oficial de “Doctor Who” y en el magazine “2000 AD” (revista natal de Juez Dredd y Rogue Trooper), Marvel lanzó su sello Marvel UK, con historia editadas y publicadas en Reino Unido.
Esto, por cierto, coincidió con el auge de los británicos en EEUU, auspiciado por el tándem formado por Chris Claremont y John Byrne en Marvel y DC, lo cual le valió para que distintas editoriales del momento comenzaran a confiar en él.
Hacia 1982, Moore publicó dos obras clave.
Por un lado, Marvel Comics le adjudicó el reboot de “Miracleman” (también llamado Marvelman), publicado bajo el sello Eclipse, y cuyo dibujo corrió principalmente a manos de Garry Leach y Alan Davis. En tanto, para el sello Vertigo de DC presentó la historia de “V for Vendetta”, dibujada por David Lloyd.
Ambas obras le consagraron en el mercado internacional, no solo como autor revelación sino como un auténtico fenómeno revolucionario. Sin embargo, “V” no vería la luz hasta varios años después. -
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Y, mientras, llegó también su pinito musical. En 1983 fundó el grupo The Sinister Ducks junto a David J., de los góticos Bauhaus. Este detalle resulta muy curioso, ya que la canción de este conjunto titulada “Este Vicioso Cabaret” se convirtió en el hilo conductor de un episodio de su ya citada “V de Vedetta”.
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Salto a la escena internacional y regreso a la independencia
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Len Wein, que por entonces era editor en DC, quedó impresionado con el trabajo de Alan Moore en Reino Unido y decidió encargarle muchos más trabajos, con más lustre. Uno de ellos sería la modernización de “La Cosa del Pantano”, la propia criatura creada por Wein en la década anterior.
El éxito fue casi instantáneo. “La Cosa del Pantano” se convirtió en un clásico contemporáneo que refrescó y saneó la línea mágica y sobrenatural del DC.
Deadman, Etrigan, el Espectro, El Fantasma Errante… Personajes clásicos de DC resurgieron con fuerza en las páginas de este cómic. Y, junto a ellos, nació el icono más moderno de la línea adulta de DC: el c***azno de John Constantine, surgido en las aventuras del elemental verde.
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Este éxito hizo que DC corriera a reclutar a talentos como los de Grant Morrison y Jamie Delano, este último responsable del lanzamiento de “Hellblazer”, la cabecera protagonizada por Constantine en los 80. Pero también hizo que Peter Milligan y el valor seguro de Neil Gaiman se dieran a conocer.
Curiosamente, a pesar de las atmósferas oscuras y tétricas en las que el autor se movía, DC le confió a su mayor icono: Superman. Moore fue el responsable de grandes historias del héroe, lecturas de cabecera del Hombre de Acero: “Para el hombre que lo tiene todo” y “¿Qué fue del Hombre del Mañana?”, una suerte de epílogo de las aventuras del Superman de la Edad de Plata y de Bronce.
Este cúmulo de grandes éxitos le ganó la confianza de Wein, que dio el visto bueno a “Watchmen”, una sátira que ridiculizaba a los héroes, presentándolos como unos enfermos mentales al servicio de los poderes.
Esta ácida crítica se convirtió en un modelo a seguir en los años siguientes y, todavía hoy en día, ha tenido su réplica y reproducción por parte de otros autores en obras tales como “Planetary” , “The Boys”, “Kick-Ass”, etc… -
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Hacia finales de la década, Moore planteó varios proyectos que, aunque no llegaron a ver la luz, sí que inspiraron años después a obras clave del cómic de los 90.
Por ejemplo, “Kingdom Come”, que se basó en una suerte de “Crepúsculo de los Dioses”, protagonizada por los héroes clásicos de la editorial. Además, como una de sus últimas obras en la casa realizó la obra post-crisis de “La Broma Asesina”, que redefinió la relación de Joker y de Batman y retcooneó el origen del villano.
Finalmente, antes de concluir los 80, las desavenencias con la editorial harían que Moore decidiera largarse y volar por su cuenta. Tras hacer fuerza junto a nombres como Marv Wolfman, Howard Chaykin y Frank Miller para que se le reconocieran los derechos de autor de sus obras en forma de royalties más jugosos, se marchó y estuvo los siguientes años nadando en el cómic independiente.
Mientras llevaba una poco convencional vida personal, conviviendo con la amante común de su esposa y él, Deborah Delano, Moore desarrolló obras poco comunes dentro de los cánones en los que el público se había acostumbrado a verle moverse. De estas, destacan la obra pseudopornográfica “Lost Girl”, un fan-fic erótico protagonizado por heroínas de la literatura infantil de principios del siglo XX. -
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Por cierto, este periodo hacia el género y las editoriales independientes también supusieron un momento clave de la industria. Fue el momento en el que Neil Gaiman tomó el relevo, convirtiéndose en un nuevo referente e iniciando un periodo en el que daría a luz a “The Sandman”, uno de sus mejores cómics y novelas.
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El genio contraataca
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La llegada del sello Image como réplica por parte de los dibujantes y guionistas a las grandes editoriales hizo que Alan Moore regresara a la escena comercial. Aunque brevemente, ojo.
Casi al tiempo de declararse públicamente como hechicero, seguidor de la Cábala, la magia Enoquíana y otras vertientes esotéricas practicadas por la Orden del Amanecer Dorado, Moore comenzó a trabajar con Todd McFarlane en “Spawn” (lo que, al igual que Gaiman, le haría entrar en conflicto legal con el papá de Al Simmons años después), y también realizó la serie “1963”, un tributo a los trabajos de Kirby para Marvel en la Edad de Plata.
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Este periodo significó un desgaste moral para el autor, quien veía que las obras que realizaba estaban, sobre todo, dirigidas –en sus propias palabras– a críos de 13 y 15 años. Sin embargo, y a pesar de sus rumiares, el escritor realizó etapas brillantes frente a los “Wild C.A.T.S.”, [JD21] de Jim Lee, y el “Supreme” de Rob Liedfeld, un sosias de Superman que convirtió en éxito inmediato de ventas.
En estos años, por cierto, también publicó “La voz del fuego”, una de sus novelas más brillantes, ambientada en el corazón de Inglaterra, desarrollando la historia de varias personas a lo largo de 6000 años, que viven en la misma región y cuyos destinos están entrelazados.
Hacia finales de la década, Jim Lee ofreció a Moore trabajar bajo el paraguas de su propia editorial: Wildstorm. Moore podría desarrollar su propio sello, que bautizó, no sin cierta sorna, America's Best Comics. Bajo “ABC” publicó “The League of Extraordinary Gentlemen”, “Top10”, “Tom Strong” (su homenaje a Doc Savage), “Tomorrow Stories”, “Promethea”… -
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A pesar de la enorme cantidad de obras que realizó en estos años, siendo una segunda edad dorada para su producción literaria, Moore la finalizó apenas comenzó el siglo XXI.
Cuando Wildstorm fue adquirida por DC, y pese al acuerdo de libertad creativa que supuestamente tenían sus autores, la casa de Superman y Batman comenzó a entrometerse y a vetar el trabajo de Moore. Esto hizo que, nuevamente, Alan y DC acabaran mal y que el escritor se largara de la editorial para volar, esta vez sí, libremente.
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Últimos años y presente
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Libre de ataduras con cualquier editorial comercial, Moore decidió que ya estaba “mayor” para andarse con tonterías y con paños calientes. De este modo, rompió definitivamente con el cómic mainstream y decidió desarrollar sus historias como él quisiera.
De este modo, lanzó la tercera parte de su “Liga de los Hombres Extraordinarios”, tras llegar a un acuerdo con Top Shelf Productions y Knockabout Comic. A esta obra, a su vez, la expandió en la presente década, manteniendo su colaboración con el dibujante de la saga, Kevin O’Neil, con quien presentó una cuarta parte, centrada en la familia Nemo y una obra con un enfoque parecido a los mitos de H.P. Lovecraft: “Providence”.
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Desde su partida de las grandes editoriales y “dedicado a contar lo que quería”, se dedicó a la construcción de relatos novelados, como su “Jerusalem”, por no olvidar las colaboraciones con distintos dibujantes y escritores en la editorial Avatar Press y sus intervenciones como contertulio y colaborador en distintos programas de divulgación cultural.
En Akira Comics no sabemos qué le depara el futuro a Alan Moore, pero sí damos fe de que nos ha dejado un pasado lleno de obras magistrales y de obligada lectura. Posiblemente, ni la literatura fantástica ni el cómic serían lo que es actualmente sin la magia (negra) de este buen señor.
Imágenes | Akira Cómics.